Estemos de acuerdo en algo: usamos las computadoras para literalmente todo. Desde que era una niña he estado obsesionada. Jugaba Tetris en lo que mi papá llamaba “un dinosaurio de 256 MB”, y hacía presentaciones en PowerPoint sobre cualquier cosa que se me ocurriera, porque obvio: ¿quién no amaba jugar con las diapositivas? Yo hacía presentaciones sobre volcanes, ropa, lo que fuera. Y ni hablar de las horas metida en la página de Cartoon Network o en el mítico chat de mipunto.com con mi prima… ¡qué tiempos!

Desde entonces, las computadoras (o “dispositivos computarizados”) se convirtieron en mi línea de vida. Me mantienen conectada con mi familia y amigas/os (súper importante cuando viven lejos), me dejan jugar por horas, y mucho más. ¿La vida sin ellas? Ni me la imagino, ni quiero.
Pero seamos honestas: las computadoras no son perfectas. Cada pocos meses estoy babeando por la última tarjeta gráfica o echándole el ojo a un nuevo teléfono “potenciado por IA” (todavía entendiendo qué creen las personas que hace realmente la IA). Y luego está el nuevo Super Mario: el mismo juegazo de siempre, pero los gráficos… irreales. El bigotón se ve más HD de lo que recuerdo. Siempre queremos más rendimiento, mejor calidad, simulaciones más rápidas y más velocidad.

¿Alguna vez te has preguntado qué hay detrás de que todo esto funcione? Más allá de las funciones nuevas, hay muchísimo trabajo y ciencia involucrada. Históricamente, las científicas y científicos quieren reducir el tiempo que toma resolver “problemas”, pero esto no es solo un tema de tiempo: es un tema de complejidad. Entonces la pregunta válida es: ¿Cómo hago para que mi computadora resuelva problemas más complejos que antes no podía? En efecto, todo va de enfrentar problemas complejos de forma más ingeniosa.
La complejidad trata de abrir puertas nuevas para resolver acertijos que antes ni podíamos tocar. Imagínate un rompecabezas enorme y súper detallado. Las computadoras de antes podían resolver solo las esquinas y los bordes; pero con los avances tecnológicos ahora podemos armar la imagen completa, pieza por pieza. Es darle más “cerebro” a nuestras máquinas para enfrentar retos más difíciles y problemas que antes estaban fuera de alcance.
Incluso en cómo aprendemos, somos un poco así. La primera vez que vi una computadora abierta, sentí que estaba presenciando algo mágico, como el lugar donde ocurría toda la maravilla. Y todavía hoy pienso igual cuando limpio mi laptop. Pero ahora reconozco algunas partes dentro de toda esa hermosa complejidad: la tarjeta madre, la tarjeta gráfica, el disco duro… Parte de la magia está en cosas que no puedo ver tan fácilmente, como los transistores.

La creación de los transistores, esos diminutos interruptores que hacen posible todo lo que hacen nuestros dispositivos (desde ver un video hasta enviar un mensaje) fue un cambio total en la historia. Como señaló un tipo muy inteligente llamado Gordon Moore (cofundador de Intel), hemos ido aumentando la cantidad de estos micro-milagros cada par de años, haciendo nuestros dispositivos más pequeños, rápidos y baratos.
Esto es la Ley de Moore. Significa que nuestros teléfonos y laptops se vuelven más rápidos y pueden hacer más cosas cada pocos años sin volverse más caros.

¿Te acuerdas de los teléfonos gigantes de primaria? Por Dios, me acuerdo de mi primer teléfono: con eso podías hasta tumbar a otro niño de un golpe. Avanza el tiempo, y ahora tenemos dispositivos que caben en la palma de la mano (o en la muñeca, hola smartwatches) que hacen muchísimo más.
En mi día a día, puedo seguir entreteniéndome sin necesitar demasiado. Pero incluso con todos estos avances, hay un detalle: mi teléfono viejo sufre con las apps nuevas, y el nuevo las corre sin despeinarse. Y ni hablar de mi laptop, que jadea cuando le meto análisis de datos en Python.
Otro ejemplo: ¿sabías que para obtener la primera imagen de un agujero negro, las científicas/os tuvieron que transportar los discos duros en avión? La cantidad de datos recogidos por siete radiotelescopios alrededor del mundo era enorme: unos cinco petabytes. Era tanto que era más rápido montar los discos en un avión que enviarlos por internet.

Entonces, ¿qué viene cuando llegamos al límite de nuestra tecnología actual? Diferentes tecnologías intentan responder a esa pregunta en la frontera tecnológica. Y ahí es donde entra la computación cuántica. Así como pasamos de los teléfonos gigantes a los smartphones elegantes, ahora estamos viendo un camino para hacer computadoras todavía más potentes gracias a lo cuántico.
Hasta ahora, solo te he hablado de computación clásica. Y es “clásica” porque no hemos usado [todavía] la potencia que puede venir de la mecánica cuántica. Imagina cambiar el bloque básico de la información de bits a bits cuánticos: los qubits, que ofrecen un nivel totalmente nuevo de capacidad de cómputo. Esto podría ser una de las claves para romper esos límites.
Hablaremos más de esto en las próximas entradas. ¿Te emociona seguir explorando el mundo cuántico en los próximos posts? ¡Nos vemos!

Leave a reply to Perspectivas de la computación cuántica (2025) – <Quantum|Chamitas> Cancel reply